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El steampunk es un movimiento cultural cuya estética se basa en la del siglo XIX, concretamente, en la Inglaterra de la época victoriana. Partiendo de esta concepción estética y de la tecnología presente en esa época, se crea todo un universo de ficción en el que las máquinas a vapor, el carbón, el cobre y las artes decorativas de la época de Dickens conviven con una tecnología muy avanzada a su tiempo.
La premisa parte de lo que habría ocurrido si la ciencia victoriana hubiese evolucionado de tal manera que, con las herramientas que tenía a su alcance (máquinas de vapor, carbón, globos aerostáticos y ruedas dentadas…) hubiera llegado a ser tan avanzada como nuestra época, pero tomando una ruta de progreso diferente a la nuestra. Partiendo de esta hipótesis se crea un mundo de ingenios mecánicos voladores, complejas maquinarias mecánicas llenas de ruedas dentadas, tubos de cobre y relojes, manejadas por palancas y timones e impulsadas por calderas de vapor y hélices, dirigibles y aviones de hélices. Todo un pasado victoriano reinventado.
El steampunk es la perpetuación de una época con su estética y sus costumbres, un culto lleno de romanticismo y añoranza al clasicismo victoriano, pero envuelto en una fantasía mágica y delirante.
Si bien el steampunk, una variante del cyberpunk, surge como movimiento en los 80 y principios de los 90 como un subgénero de fantasía y ciencia ficción, lo cierto es que hunde sus raíces mucho más atrás del siglo XX. Es un curioso fenómeno en el que la literatura de ciencia ficción épocas pretéritas, la literatura futurista del siglo XIX, sirve como inspiración de un movimiento surgido una centuria más tarde. De esta forma, los antecedentes que inspirarán a los escritores del movimiento los encontramos en las obras de H.G. Wells, Julio Verne, Mark Twain o Mary Shelley y en innumerables escritos que, desde el siglo XIX, imaginaron un futuro que jamás llegó a ser.
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